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Carolina Ruiz Gámez ha resultado ganadora del II Concurso de Relatos Cortos por su relato “El sonido que ruge”, que publicamos al final de esta noticia.

El II Concurso de Relatos Cortos “La realidad supera a la ficción” ha sido convocado este año por la Comisión de Cultura del Colegio de Administradores de Fincas de Málaga y Melilla dado el éxito de esta misma actividad en el año anterior, y con objeto de visibilizar la profesión de la administración de fincas.

La temática de los relatos del concurso versa sobre la administración de fincas y puede participar cualquier administrador de fincas colegiado, oficial habilitado del CAF Málaga y Melilla y alumnos del título propio de Estudios Inmobiliarios en la Universidad de Málaga.

El relato, que como requisito tiene que estar escrito en castellano, puede abordar cualquier tema relacionado con la administración de fincas: anécdotas del despacho, historias o recuerdos, relatos de ficción, etc. 

Respecto a los premios del concurso, a la ganadora de este II Concurso de Relatos Cortos Carolina Ruiz Gámez le ha sido concedida una una inscripción gratuita al Curso Francisco Liñám, una suscripción gratuita anual a SUR on+, y un vale de 50 euros en Librería Luces.

Por su parte, el siguiente relato finalista recibía un vale por valor de 50 euros en la Librería Luces.

El Jurado estuvo compuesto por: Sergio Barce Gallardo, escritor, abogado y administrador de fincas; Antonio Carmona Portillo, escritor y Doctor en Historia; Mara Marley, escritora, redactora, locutora; Jose Ángel Linares Soler, administrador de fincas, Licenciado en Económicas, y ganador del I Concurso de Relatos 2022. 

La entrega del premio a la ganadora y al finalista Alfonso G. Martínez. fue realizado por Marisa Mandly, vicepresidenta segunda del Colegio de Administradores de Fincas de Málaga y Melilla, y Maribel Orellana, miembro del comité organizador y de la Comisión de Cultura.

Relato Ganador: «El sonido que ruge»

Carolina Ruiz Gámez

El silencio siempre es la respuesta que más ruido hace…

Eran las 6 de la mañana. El reloj mostraba que aún quedaban 45 minutos para aterrizar, cuando los gritos de los pasajeros alzaban su voz, las azafatas corrían pasillo a través, en segunda fila, clase business, un señor estaba agonizando junto a su última copa de Vermú…

Quería salir de aquel avión o hacerme la dormida e imaginar que aún estaba soñando. Mis sueños acostumbran a relacionarse con la realidad, pero aquello era mucho más estremecedor que la descripción de mis palabras.

Por suerte, una señora, con más pinta de madame que de enfermera, atendió al pasajero con su mejor voluntad, regalándole la vida; desconozco si fue su imagen o la propia reanimación servida, pero la aeronave retomo la calma y ese avión se llenó de oxígeno.

Vaciando el mal sabor en la terminal del aeropuerto de Málaga, tras tomar tierra, un taxi me conduce hacia la oficina, suena la primera llamada de la mañana… algún repartidor de Amazon me recuerda que quedan 2 horas para el día nacional de la antipurga, declarado por primera vez en 1.984 en el pueblo tarraconense Roc de Sant Gaietà, surgió de una iniciativa pionera, no gubernamental e independiente con el básico mensaje de ayudar a todo ser.

Este día transcurre con el cierre de comisarías, casinos, clubs de alterne, juzgados y cualquier estancia que pueda incidir en el inicio de un conflicto, eso sí y muy a mi pesar… esta permitido la celebración de juntas ordinarias y extraordinarias de comunidades de propietarios, con penas judiciales por insultos, calumnias, difamación y cualquier acto de violencia.

Baje a la cafetería de siempre y una de las mejores sonrisas me acompaño al café junto a su nieta de 6 años, la pequeña me preguntó:

– ¿Trabajas en este edificio?

– Trabajo en muchos edificios -respondí tras el primer sorbo.

– ¿Los has construido? – insistió la pequeña.

– Edifiqué una fábrica de sueños, dibujando todos los momentos bonitos que cualquiera pudiera imaginar a excepción de aquellos malévolos conocidos como pesadillas e intento sustituir los insulsos colores por vivos arcoíris, pinto notas musicales en las chimeneas para que se deslicen por las nubes en forma de tobogán y aún mucho más difícil intento que cada persona que se sienta en mi despacho se despida con una sonrisa… la dulce niña se quedó en el tobogán lo vi en sus ojos…pero su abuelo entendió mis palabras. Pidió la cuenta y me obsequió con una carta, su silencio rugía…y murmuró, quizás necesites recordar al mundo esto que te escribo… (remitente…presidente de tu comunidad favorita). A pocos minutos de la junta, ambos sabíamos que no iba a ser una reunión de propietarios al uso, pues el día de la antipurga ya había comenzado.

Once y treinta en segunda convocatoria se daba por comenzada la sesión en la piscina de la comunidad de 23 propietarios bajo el fuego de un sol ardiente.

De modo altruista, como administradora de fincas, ratifico que la realidad supera a la ficción e indiscutiblemente me sentía ante un estante de 18 libros presentes, cuyas tapas encerraban una historia, una queja, una propuesta, una orden, una defensa, y entre los tipos de obras reincidía sin cesar la Sra. enciclopedia… jubilada de ojos tristes y a la vez llenos de sarcasmo, procuradora de profesión, el Sr. del libro autoayuda con la inteligencia justa para echar el día, la Sra. del bajo 11 escondía la mejor novela de amor no narrada, propietario del 14… Sr. del libro mayor, su pasión contable cuidaba al más mínimo detalle la aprobación de cuentas y así sucesivamente…

Un cóctel de vecinos que resumía el ejemplo de la convivencia de la especie humana.

En honor al día de la antipurga, la mayoría de los asistentes acordaron interrumpir la reunión con un catering al más puro estilo marbellí, todo rodaba perfecto, hasta que llegó el punto número 7.- “Exposición y Medidas a tomar contra la propiedad 18”, propietario del Código Penal, 11 pleitos contra vecinos le afamaban, enemigo de las barbacoas y bien conocido por sus cubos de agua a todo ser que jugase con carbón y fuego.

La tensión estalló ante un festín de miradas asesinas en un escenario no favorable para la rebeldía. Hombres y mujeres entre un flanco y otro gritaban de manera casi simultánea en un gallinero en el que nadie escuchaba a nadie, y todos se desgañitaban saltando por sus bocas atrocidades.

Busque aquella carta en mi bolso una y hasta cincuenta veces, ¡había desaparecido!; de improviso el viento hizo ruido en los presentes para abrir paso a la lectura inocente de una voz de 6 años, que con su dedo índice exclamó ¿puedo leer la cartita que te dio mi abuelo? mis ojos le respondieron… ella procedió con entusiasmo:

Este cuento se titula “Lo que no aprendimos a partir del 15 de marzo 2.020”:

El mundo se ha detenido, a través de las ventanas se dibujan miradas de desolación, los árboles y océanos hoy respiran el más atroz de los silencios.

Las rosas crecen bajo la lluvia.

Suena una música de los pájaros que libres juegan con las nubes del cielo.

Las calles se visten de soledad, perfumadas con un aroma a gaviotas que silban una tristeza sellando lo más profundo de los corazones.

Las casas se hidratan de una limpieza nunca vista, para recibir los aplausos de la aurora, y es cuando escucho tu voz, justo ahí, es cuando me rompo.

Así como los besos y abrazos encadenados detrás de las puertas.

Y entre rezos por tu salud y la de todos, el mundo escribe una canción sin melodía.

¿Y qué me dicen de los tejados rotos, dónde el frío tiene su almohada?

¿Seremos más humildes, menos veloces, menos egoístas o seguiremos siendo humanos?

Este virus se marchará…, pero no todos tendremos la suerte de haber aprendido que la vida no era aquello que pensábamos, pues la felicidad es todo lo que teníamos antes de jugar al escondite.

Alcé la cabeza hacia una escena donde los sonidos quedaron atascados en un barullo de flemas e intervenciones a la altura de la garganta, con lágrimas amontonadas en los ojos.

Sin más asuntos que tratar se cerró sesión con un mutismo de palabras que no calló lo que transmitían todas las miradas, por eso siempre la respuesta que más ruido hace se pronuncia en silencio.